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El Viaje de Sadigua y la Enseñanza del Agua

El agua es la memoria viva de la Tierra, un flujo eterno que une montañas, valles y pueblos en un ritmo que respira con la vida misma. En este territorio, que los Muiscas llamaron hogar, el agua se revela como maestra y guardiana, portadora de lecciones de equilibrio y regeneración. En su flujo constante, encontramos el hilo que conecta el pasado, el presente y el futuro: una lección que Sadigua, el viajero guiado por los elementos, descubrirá paso a paso en su camino.


Guiado por la presencia de Chicui, encarnada en el viento, la niebla y el murmullo del agua, Sadigua emprende un viaje que trasciende lo físico. A su lado caminan la venada —símbolo de pureza y conexión con La Tierra del Aliento Frío— y el jaguar —manifestación de fuerza y transformación—, guardianes y testigos de su travesía. Su camino sigue el curso del río Teusaká, que fluye desde los páramos hacia los valles, encontrando su destino final en el gran río que los pueblos originarios conocieron con un nombre anterior al Yuma.


Pero este viaje no es solo un recorrido geográfico; es una revelación espiritual cargada de las enseñanzas de la Madre Tierra. En los paisajes que cruza, Sadigua comprende que el agua no es un recurso, sino un puente sagrado entre lo humano y lo celestial. Cada paso y cada encuentro le revelan los secretos de la naturaleza: cómo los frailejones de La Tierra del Aliento Frío sostienen la vida, cómo las lagunas reflejan la unión entre el cielo y la tierra, y cómo los ríos son arterias que conectan territorios y culturas.


El relato de Sadigua es una invitación a seguir el flujo del agua y escuchar sus enseñanzas. Desde los páramos hasta los valles bajos donde los ríos se abrazan, este viaje se convierte en una lección viva de equilibrio, memoria y conexión. Es un llamado a reflexionar sobre nuestra relación con la naturaleza y a caminar con el agua, cuya respiración constante nos recuerda la esencia de la vida.


El Juego, las Semillas y la Sustancia del Agua


Sadigua llegó a las tierras altas como un viajero guiado por una revelación. En sus manos, llevaba un objeto que, aunque parecía sencillo, encerraba un significado profundo: una pelota decorada con líneas sinuosas que evocaban ríos, montañas y constelaciones. No era solo un instrumento de juego, sino un mapa y una enseñanza. Para los Miuscas, acostumbrados a buscar señales en el cielo y las lagunas, este símbolo transmitía un mensaje poderoso: la vida, como el agua, es un flujo que conecta todo.


Bajo el sol del altiplano, Sadigua enseñó a los Miuscas a jugar. No era simple entretenimiento; el juego representaba el equilibrio de los elementos. “Cada vez que la pelota toca el suelo, recordemos que es la tierra quien nos sostiene. Y cada vez que asciende, es un llamado a soñar”, les decía. En campos delimitados por camellones y zanjas, los Miuscas aprendieron a interpretar el movimiento del juego como una danza que reflejaba el flujo del agua y la interconexión de la vida.


El Sistema Vivo de los Senderos del Agua


Durante su tiempo con los Muiscas, Sadigua recorrió un paisaje moldeado por manos sabias que honraban el flujo de la naturaleza. Allí descubrió un sistema agrícola que parecía latir al ritmo del agua: canales fluidos y senderos ondulantes que conducían la vida desde las montañas hasta los campos fértiles. Este entramado, que los Muiscas cuidaban como parte de su propia esencia, resonaba profundamente con las enseñanzas de Chyquy.


Sadigua percibió en estas tierras mucho más que una técnica; era una visión que unía lo tangible con lo espiritual. Esos caminos de agua se le revelaron como fragmentos de un vasto tejido, trazado entre lo real y lo onírico. Mientras los recorría, sentía que no solo exploraba un territorio, sino una conexión más profunda, como si el agua lo guiara por senderos entre la vigilia y el sueño.


“El agua no pertenece a nadie, pero todos dependemos de ella,” reflexionaba mientras observaba cómo los canales susurraban historias antiguas al deslizarse junto a las terrazas. “Quizá este viaje no sea solo por estas montañas, sino por algo más vasto, algo que une lo visible con lo que aún no se ha contado.”


En su caminar, reconoció la grandeza de este sistema vivo, un reflejo de la armonía entre el agua y la tierra. Inspiró a los Muiscas a valorar su conocimiento, a cuidarlo como una extensión de sí mismos y a compartirlo con aquellos dispuestos a escuchar el murmullo del agua.


El Miusca: El Alma del Té


Entre las enseñanzas que Sadigua compartió, ninguna fue tan significativa como el perfeccionamiento del Miusca, un ritual sagrado para los Muiscas. Desde sus primeros encuentros con esta práctica, Sadigua comprendió que preparar el Miusca no era solo una técnica, sino un acto de profunda conexión entre el hombre y la naturaleza.


“Cuando compartan esta infusión,” decía Sadigua, “recuerden que están tomando la esencia del agua y la tierra. Es un regalo de las lagunas, un puente hacia lo Divino.”


El Miusca se convirtió en un legado vivo, simbolizando la conexión espiritual con La Tierra del Aliento Frío y la capacidad del agua para regenerar y sostener la vida.



El Círculo del Agua


Hoy, el Viaje del Agua de Back to Spirit sigue las huellas de Sadigua. Desde La Tierra del Aliento Frío hasta el río que los pueblos originarios conocían antes de llamarlo Yuma, cada paso de este camino es un acto de regeneración y conexión. Teusaká y Tekendama son los primeros nodos de este sistema vivo, uniendo paisajes, culturas y generaciones a través del flujo del agua.


“El agua nos enseña a compartir, transformar y crear,” resuena el eco de las palabras de Sadigua. Sigamos sus huellas, porque su historia vive en cada gota que fluye hacia el futuro.

 
 
 

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